viernes, 1 de febrero de 2013

Horizonte de palabras



Se descubren palabras impúdicas,

despojándose de sí mismas

y cargándose de vacío.

Se dan palabras exultantes, de colosales cumbres erizadas,

plantándonos batalla.

Se hallan palabras escupidas

que conciben armonías impronunciables.

Se confiesan palabras ovilladas

bajo el hueco de la escalera.

Se desentierran palabras duermevelas

bajo húmedas hojas de palmera,

que desvelan mesitas de noche.

Se revelan palabras miopes como golpes incesantes

contra las esferas del tiempo.

Se precisan las palabras que nos invocan

y nos lapidan, dormitando en las entrañas.

Se reconocen palabras ajenas

que alfombran con voz de refugio el espacio.

Se añoran palabras rodando por el vestíbulo,

hasta fraguarse umbrales.

Se estrechan palabras desperezándose frente a las ventanas,

que son espejos de más ventanas bostezantes.

Se deshilan palabras dóciles,

reptando sobre mi vientre,

entre las sabanas desencajadas.

 

Y lucho contra ellas,                         

                                  que me dicen…,

                                                                  y me desdigo,

con un monosílabo pataleando bajo mi lengua.

 

Y entonces,

alcanzo a forjar las palabras indestructibles

que limpian mis alas para cruzar el cielo

y rescatan luna, arena y hierbabuena

para mantener el vuelo.

Prolongándome en un soplo infinito

hasta el momento preciso

en el que se fecundan de luz

y detonan

en el centro esférico de algún milagro.

 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Rimas taconeando

Las patas de mi cama taconean

la cruda verdad,

al ritmo solemne que marca una saeta sangrando

en la voz de “Serrat”.

La certeza acurrucada contra mi almohada de ortigas,

prende de su retorcida lengua, varias rimas

descolgadas de alguna letra canalla de “Sabina”

 

Quizás nunca sea un héroe,

pero aun continúo con vida.

Y albergo entre mis miserias

la riqueza de bocas vacías

y la sapiencia honda 

que solo el fracaso otorga.

 

Y resistiré recitando en esferas huecas, naufragios de viejas manillas;

contando en mis palmas abiertas, cada nave perdida;

y descifrando viejos mapas

que me muestren cofres de batallas vencidas

suspendidas en mis retinas…como los sueños, cuando era niña.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Aprendiendo a pronunciar “ausencia”



Sombrero, ginebra y un silencio definitivo
inyectando tú despedida en mis venas.


La clemencia de los bares,
me mantienen cobijada en su regazo,
contemplando el hueco encendido

de nuestra ventana,
escuchando la sinuosa piel del viento
contra el toldo resquebrajado,
hablándome de ti:

De cuando los cuadros descolgados del salón,

los armarios medio llenos,
y las cajas de cartón medio vacías,
guardaban sigilosamente la respiración entrecortada de nuestros cuerpos tendidos
en aquel viejo colchón, sobre el suelo.
De cuando vivir, era vida,

porque tú me elegiste.
Y mis versos, poemas,
porque tú los habitaste.




 

 

martes, 30 de octubre de 2012

A bocajarro ( A mis tres pequeñas criaturas)


No consintáis que el brutal segundero

colonice de estériles y secos abismos

la ausencia de vuestro gesto,

los gritos sin voz,

la poesía anclada.

No permitáis que las ráfagas de interrogaciones

enfilen horizontes y repueblen mañanas.

Arrancad el lazo, desembalad el pulso y abrid la vida.

Miradla de frente y tomar, a bocajarro, sus entrañas.

No ceséis de caminar,

en alto la cabeza.

Empuñad vuestra verdad, seccionando de los tobillos

las enredaderas y la maleza.

Seguid el rumbo soleado de la conciencia,

avanzad con decisión,

defendiendo cada verso con firmeza.

Yo seguiré llenando nuestra caja de cartón

de pinzas de ombligo, pequeñas siluetas de manos

y dientes caídos,

de dibujos emborronados,

vuestros primeros patucos

y chupetes usados.

Desgarraré el recuerdo

para abriros camino,

rescatando de la estela de mi aliento

aquel viejo baúl del salón,

repleto de lápices de colores, flores de papel,

cuentos llenos de polvo, alguna canción

y mis “te quieros” volando entre las pelusas de vuestra voz.

Aún briznas menudas de luz y piel,

recortáis planetas de fieltro, verde y morado

que pegaréis sobre las cláusulas del contrato firmado:

trabalenguas cuerdos, caricias laborables,

colillas de instantáneas felices…

Y la letra pequeña de las cicatrices.

 

miércoles, 15 de julio de 2009

El poder de las palabras


Carbonizaran mis neuronas

las respuestas, que de vuelta,

me interrogan, como lanzas

contra mi frente.

Incrustándose en mi cabeza,

como ineludibles e indestructibles

semillas de humo

y balas de mimbre.

Encadenare, pues,

palabras inexistentes con eslabones de fe.

Para crear universos.

Para moldear almas de cartón-piedra,

que en los inviernos de ceniza,

estrechen minutos de albor

y Biblias de ocaso.

Empuñare afiladas palabras

para destripar las sombras.

Y se hará la luz.

Volverá la vida.

Bordeara mi cintura como una galaxia

descubierta, deseada, desbocada…

Y quedare tendida, sonriendo,

sobre la estela

que vomito el caos vencido.

El poder de las palabras II

Este cerebro trasegando

en garabatos de tinta,

encontrara mi voz enfundada

en raídos versos.

Esta poeta mediocre

remontara a traspiés

los días de tedio

encaramados a mi espalda.

Las horas de desesperanza

y de existencia despoblada.

Desencarrilare mi alma forastera,

en algún vagón en blanco.

Sin propiedad.

Para avanzar como un disparo,

sobre el verbo desgarbado.

Y disiparme en puntos suspensivos…

borrones del tiempo

y fugas de luz.





 







 

Alma en espera


Espero el hueco vació

donde reinventar mis parpados y cada hueso,

con preludios continuos

que nacen y se extinguen.

Espero el aire colmado de espacios,

donde recrear cada color oportuno

con trazos discontinuos

de tinta y despertares.

Espero como cualquier alma ensimismada

en las horas que busco y me encuentran.

Espero como el alma que no busca nada

y se deja atravesar

por la luz que me alumbra,

por el calor que me alberga.

Espero como el alma abandonada

que encuentra promesas,

o el alma interrumpida

que pierde respuestas.

Espero como el alma siempre desconocida

que se mantiene ajena y quieta.

Espero como el alma que se prolonga

para enraizarse en el fondo de ti.

Espero como el alma que se quiebra

y aprende, al fin, a vivir.



 

Vaiven de elegia





Llegaste al fin, insomne muerte,

en tu sorda zancada perdida.

Aprisa surcaste la azabache estela,

cual lúgubre horizontal de clemencias mecida,

que se turba y se recuesta

en un vaivén de elegía.

Crispante melodía despierta,

ante tal llegada imponente.

Que me trenza en yerta espada

para clavarme en ti, muerte.

Ansiando anudarme a tus pestañas

por mi desorbitada furia, tensadas.

hasta conseguir dejar sus entrañas

en el aire intransitable, ancladas.

Y calmar con gasa de brasas

tu desvalida mirada,

tus ya, imprecisos ojos.

Dejando tan solo de ellos

dos profundos y huecos despojos.

Y alcanzar a lamer, lasciva, tu sangre,

mi incontenible lengua de sable.

(y con tal seductor gesto)

sutilmente surcare, profundo tu pecho.

Lograre tornarme caprichosa mina

reventándome en tu boca.

y entre tus cadavéricos cimientos,

hambrienta carcoma loca.

Y cuando casi extinguida, pidas clemencia,

me descubriré, para ti, de la crueldad,

devota presencia

escarbando en tus sangrientas heridas.

Donde sembrare colmenas de serpientes homicidas.

Y recostada en tal tormento,

allí, vieja amiga, cavare tu lecho.

Tanta ira desgarrando mi consuelo,

me levanta en torrentes de viento

y huracanes de hielo.

Pues desde esta brutal travesía,

solo puedo quedarme donde he llegado,

deshabitada y perdida.

Y solo me es posible seguir viviendo,

ante ti

y mis pedazos de odio luchando en su nombre.

Y repito su nombre “ Eduardo”

y descubro dentro, destellos de vida.

Rebusco en su memoria

y tras ella, aun mas vida.

Jirones de pasión en su recuerdo,

claridad inmensa.

Y vida, vida,

mucha vida.

Resbalando en mis ojos

su lindo horizonte perpetuo

y su inextinguible esencia.

Descubro que tan lejos, mi primo…

tan lejos no queda tu ausencia.

Temblor de versos


Hay momentos en la vida

que nos despeñan brutalmente por súbitos precipicios de rocas

que nos observan como puñales despiadados.

Nos precipitamos violentamente,

dando agónicas vueltas de campana,

lentas,

como hojas rotas que caen.

y en el tránsito hacia abajo,

toda nuestra vida discurre suavemente,

como una caricia sangrante en la piel.

Intento amarrarla, fuertemente, contra mi cuerpo,

pero se escurre, dulcemente, entre mis brazos,

rozando mi rostro

y secando las lágrimas que resbalan horrorizadas.

Y en mi delirio,

pretendo no creer que este desfallecimiento, sin retorno,

es como el vuelo de un sueño, sin soñar.

Y son los golpes, contra los vértices heridos de la vida,

los que me hacen retorcerme de dolor

y ser plenamente consciente

de que la caída, en si,

es tan dolorosa como su golpe.

Hoy mis dedos trémulos,

rasgan el aire,

retorcidos como alambres asesinos.

Buscando otro tiempo donde escapar

o algún camino de vuelta,

o un par de alas perdidas,

o una isla desierta.

Hoy mi corazón

parece agotado de latir tan deprisa

y tan ausente.

E impulsa sangre, con cenizas y ecos,

a cada espacio hueco de mi cuerpo.

Hoy te busco

a ti,

para encontrarme

a mí.

Hallar a aquella mujer infinitamente feliz,

que asomaba brillando en el fondo de tus ojos.

…cuando yo era.

Y frente al espejo,

intento que sea en mis pupilas,

áridas y agotadas,

donde me descubra.

Y solo encuentro

el temblor de lágrimas secas.

Me busco en las palmas de mis manos

que yacen dormidas.

Y solo encuentro

el temblor de versos,

que se emborronan a escondidas.

Surgir


Para ser luz, hacerme candil.

Para ser candil, esperare la noche.

Para ser voz y ser sentido.

Para ser tramo y ser voluntad.

Para despertar…

Encontrar el vientre del planeta

de donde arrancar más vida.

y compartir las mismas miradas,

respirar distintos dialectos,

hermanar cada llanto y cada beso.

Ser laúd, darbuka o yembe

y deslizarme por el desierto eterno.

Sobrevolar pueblos, aldeas, cabilas,

arrullando pieles quemadas por siglos.

Alientos lejanos.

Voces dormidas.

Ser horizonte cálido.

Ser fulgor. Ser vida.

Y avanzar…

desde dentro,

a través de mi alma.

Romper y surgir,

valiente y serena.

El minuto en que todo cambio


Cuando el miedo embarga,

la razón adormecida del alma,

es hora, mi inseparable compañero de caminos perdidos,

de echar a andar.

Sin torpes tambaleos, sin volver la vista atrás.

Cuando es la muerte

quien hoy pretende,

querer enseñarme a vivir,

es el momento de recoger

cada latido perdido,

en las cunetas del pasado.

Hacer acopio de sueños vencidos

y tornarme la guerrera heroica

que de esta lucha me haga regresar.

Cuando la vida parece tan bella

que duele mirarla,

si no la puedo abrazar,

necesito que sean tus brazos,

quienes me anclen perpetua a este instante,

donde no corre el tiempo,

ni la esperanza se quebranta.

Donde nuestro amor persiste fiero a los zarpazos.

Que sean las risas de mis pequeñas,

las que me enseñen a amarrarme

a tiempo, al viento …

que nunca deja de avanzar.

Con la fuerza y la calma

que encuentro en la voz de vuestras miradas

que son mi hogar.

martes, 14 de julio de 2009

Palabras de tiza


Te vas,

dejando entornada nuestra puerta

y tras ella,

mi destino congelado,

que rompe a hervir, intermitente,

en los largos transcursos

de cada latido,

que se sienta a esperarte

y prende la luz

de él “después”

de “más tarde”.

Enmudeciendo el estruendo chirriante

que salpica la angustia, en mi cara.

Reposando sobre mis ojos

varios soles ardientes, sobrepuestos,

que te acercan en rápidos recortes

de alcoba desnuda.

Descansando, como entre granos de café,

en el aroma de encontrarte.

Expandiéndose, profunda y lentamente,

en el deleite

de la espera y

de él llegar.

Permanezco inmóvil,

aguardando la caricia de tu voz

Que siempre acaba por abrazarme.

Esperando, tus dedos de tiza,

escribiendo versos sedientos

sobre mi piel,

que el sudor exaltado

se encarga de borrar,

para volver a reinventarlos y rescribirlos.

Desde tus dedos

hasta mí.

Sin rima, sin métrica.

Sólo un profundo agujero

escupiendo palabras benditas,

que se dibujan, impacientes, en mi cuerpo.