jueves, 1 de noviembre de 2012

Aprendiendo a pronunciar “ausencia”



Sombrero, ginebra y un silencio definitivo
inyectando tú despedida en mis venas.


La clemencia de los bares,
me mantienen cobijada en su regazo,
contemplando el hueco encendido

de nuestra ventana,
escuchando la sinuosa piel del viento
contra el toldo resquebrajado,
hablándome de ti:

De cuando los cuadros descolgados del salón,

los armarios medio llenos,
y las cajas de cartón medio vacías,
guardaban sigilosamente la respiración entrecortada de nuestros cuerpos tendidos
en aquel viejo colchón, sobre el suelo.
De cuando vivir, era vida,

porque tú me elegiste.
Y mis versos, poemas,
porque tú los habitaste.




 

 

No hay comentarios: