skip to main |
skip to sidebar
Aprendiendo a pronunciar “ausencia”
Sombrero,
ginebra y un silencio definitivo
inyectando tú despedida en mis venas.
La
clemencia de los bares,
me mantienen cobijada en su regazo,
contemplando el hueco encendido
de nuestra ventana,
escuchando la sinuosa piel del viento
contra el toldo resquebrajado,
hablándome de ti:
De cuando los cuadros descolgados del salón,
los
armarios medio llenos,
y las cajas de cartón medio vacías,
guardaban
sigilosamente la respiración entrecortada de nuestros cuerpos tendidos
en aquel
viejo colchón, sobre el suelo.
De cuando vivir, era vida,
porque tú me elegiste.
Y mis versos, poemas,
porque tú los habitaste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario